"No soy pesimista. Soy un optimista bien informado"
Antonio Gala

El pasado jueves 21 de agosto nos sorprendió con la publicación de los ganadores del concurso "Buscando al Superhéroe Peruano", intento del diario Peru.21 por (cito literalmente) "impulsar el arte entre los jóvenes". Lamentablemente, lo único que logró el respetado diario limeño, en muestra de sádica generosidad, fue dotar al cómic nacional de su propio Jueves Negro, eligiendo como ganador a un trabajo absolutamente carente de contenido y sentido mínimo de la estética: la ninguneada "Chola Power", de Martín Espinoza Díaz.
Los comentarios de los fanáticos, afilados como saetas, no se hicieron esperar: algunos cargados de piconería solapada, otros exhibiendo argumentos serios y contundentes, y los menos, expresando un optimismo de una ingenuidad tal, que había que leerlos con un Gravol a mano. En definitiva, un fallo que logró que los tímidos y serenos fanboys locales se deshicieran en gritos ante la arbitraria decisión del jurado, logrando por un instante la ilusión de una verdadera escena historietística peruana. Se agradece el buen rato. Por lo demás, palos.
¿Armagedón 2008?

No nos engañemos. La raíz del problema es mucho más profunda que lo discutible de un resultado, o la poca imaginación y tremendo facilismo de un único artista. La realidad es más aterradora, y creo que cabe decirlo ahora más que nunca, luego de apreciar algunos de los trabajos enviados: la historieta peruana aún permanece sumida en el lodo de lo naïf y la falta de originalidad. Es imposible reclamar el abierto reconocimiento de un arte ya de por sí tan vapuleado como el cómic, si los mismos artistas no se empeñan antes en elevar el nivel de sus obras. El desafío intelectual es un total extraño para el lector nacional que busca en la historieta algo más que la risa fácil, o dos dibujos bien hechos.
A la larga, "Buscando al Superhéroe Peruano" nos hizo un favor, pues ahora sabemos con certeza que los autores no conocen a cabalidad el tremendo potencial del lenguaje de la narrativa dibujada, y esta es una conclusión a la que se llega tras apenas echar un vistazo rápido a los trabajos elegidos por Perú.21 como ganadores y menciones honrosas. Todos ellos tienen elementos rescatables, es cierto, pero ninguno se atreve a ir más allá del diálogo entre golpe y golpe, ni del resto de clichés estilísticos que con orgullo ostentan muchos de los títulos del mainstream norteamericano, como sello de fábrica. ¿Algo en la comida, quizás?
El horror al cómic cerrado.
Existe una teoría que bien podría explicar esta crisis: el artista de cómics es, antes que eso, un lector de cómics, y esa es una constante. Eso está muy bien, pues permite al creativo conocer el terreno en el cual se maneja. Sin embargo, si éste no se expone también a fuentes artísticas ajenas al medio, como son el cine y la literatura, se condenará a permanecer por siempre encerrado entre infranqueables muros de temáticas recurrentes y fórmulas preconcebidas. Creo yo que este es uno de los principales problemas del cómic nacional: estamos tan entregados a afianzarlo en nuestro país como forma de expresión, que inconscientemente olvidamos alimentar su intelectualidad, su riqueza artística. De ahí los resultados tan áridos como los del jueves 21, o como los inofensivos fanzines que se exhiben en las tiendas capitalinas.
La solución no es difícil, ni mucho menos: dejemos por un momento el cine de superhéroes, y aventurémonos a cruzar la puerta de algún cine-club un fin de semana. Consumamos más literatura. Acudamos a algún concierto. Pero, sobre todo, hagámoslo todo con ojos de friki, y apliquemos a otros campos aquella fantasía de la que nos sentimos tan orgullosos.

El crítico: el gran ausente.
Una obra de arte no es tal, si no existe alguien que esté ahí para apreciarla. La crítica historietística es un campo aún inexplorado en el Perú, y esta también es una de las razones por las que es imposible que el noveno arte reciba por fin el reconocimiento que merece en nuestro país. La crítica se ha revelado, de un tiempo a esta parte, como una de las fuerzas que bien pueden determinar el éxito o el fracaso de una obra. Más aún, un medio es importante en cuanto polémico y discutido. Es obligación del crítico apreciar, comentar y, en cierta medida, exigir. Pero, ¿qué sucede entonces si este importante factor de la ecuación se muestra totalmente ausente? Fácil: se confunde al arte del cómic con una mera afición, un pasatiempo intrascendente que vive sólo en nuestras manías de coleccionistas, y no asoma jamás fuera de nuestras bibliotecas personales.
Por suerte, internet es un poderoso aliado, quizás el único capaz de revertir esta lamentable situación: es necesario transmitir e intercambiar opiniones, formar más grupos de discusión, luchar por incluir críticas de historietas en las diversas publicaciones de circulación nacional. Bloguear también vale. En resumen, hacer que el país conciba al cómic como lo que verdaderamente es: un arte tan rico y teorizable como cualquier otro, y que es capaz de dar pie a las más diversas interpretaciones.
Nuestra propia Civil War.

Perú.21 y su "Buscando al Superhéroe Peruano" ponen un espejo delante nuestro, lo cual no debe hacer más que alentarnos a mejorar la situación del cómic nacional. Es hora de darnos a conocer como movida cultural, o lo que es lo mismo, prescindir de los antifaces y máscaras que tanto envidiamos a nuestros personajes favoritos. Es hora de elevar el nivel intelectual de las publicaciones, ya sea desde la mesa de dibujo, con creaciones inteligentes, o desde nuestros teclados, con artículos y reseñas. El crecimiento de nuestra amada historieta no depende de nadie más que de nosotros mismos.
En suma, el fatídico resultado del concurso nos deja algo bien en claro: cualquiera de nosotros puede ser el superhéroe que Perú.21 falló en encontrar. Démonos a nosotros mismos un palmazo en la espalda y deseémonos buena suerte, que capacidad tenemos de sobra, cuando de soñar se trata.
César Santivañez
Pienso en Comics
LaNuez