Ernesto El Chango García Cabral, una leyenda de la gráfica del siglo XX
Juan Carlos Castellanos
Amigo de famosos como Lindbergh, Lenin, Caruso o Disney, campeón de tango en Argentina, actor de películas mudas, subcampeón de lucha grecorromana, ilustrador de libros de alfabetización, muralista y cartonista, Cabral será recordado en el Festival Internacional Cervantino
A Ernesto García Cabral se debe que Huatusco, pintoresca localidad de Veracruz, figure hoy en los mapas de la República mexicana. Ahí inició la historia que lo llevó a crear, durante 68 años, alrededor de 25 mil obras, entre dibujos, caricaturas, carteles y afiches publicitarios. De ellas, 10 mil están catalogadas, y el resto bajo ese delicado proceso.
El simbolismo de Cabral no encuentra par en la historia gráfica mexicana, pues lo mismo dibujó series caricaturescas sobre la farándula, la política, la moda, la medicina, el deporte, mujeres y niños, que realizó murales y reinventó el art déco y el art nouveau a través de incontables portadas para revistas de París, Nueva York, Buenos Aires, Madrid y México
Para Eduardo, Ernesto Carlos y Vicente García Cabral Sanz, herederos de El Chango, la labor de investigación, rescate, sistematización, conservación y difusión de la obra de su padre es una tarea que se antoja casi imposible, en primer lugar, por la enorme producción realizada, y en segundo, por la diversidad de sitios donde pueden existir trabajos del artista.
Baste con señalar que los primeros registros de su obra se encuentran en un viejo cuaderno escolar fechado en 1900, y los últimos fueron 8 cartones que “adelantó” en 1968 para poder irse de vacaciones a su pueblo natal. Las cualidades mostradas por el niño Cabral fueron claves para que a los 12 años de edad ya fuera profesor de dibujo en la escuela de Huatusco.
Durante una pausa de trabajo en su taller-estudio-casa-guarida-refugio de la colonia Tizapán, San Ángel, Ernesto El Changuito Cabral recuerda: “La producción de mi padre parece inagotable, porque a cada momento encontramos más y más obra. Incluso debe existir una enorme colección de trabajos escolares que realizó cuando mis hermanos y yo éramos niños.
“Recuerdo que los maestros, sabiendo que éramos hijos de El Chango Cabral, a cada rato nos pedían dibujos, esquemas, diagramas y retratos de personajes históricos. El pretexto era que ilustráramos nuestras lecciones, pero la verdad era que los profesores querían tener en su poder un original del, para ese entonces, ya famoso dibujante; sabían que él nos los hacía”.
Y sobre ese tema deja volar la imaginación para que la memoria coloque en primer plano vivencias y anécdotas de familia.
García Cabral nació el 18 de diciembre de 1890, en Huatusco, Veracruz, época en que el país entero vivía oprimido por los bigotes del Porfiriato. El binomio talento-precocidad fue el detonante que marcó su destino.
Adiós al terruño
Apenas salía de la infancia cuando el jefe político del Cantón de Huatusco, Joaquín A. Castro, habló con los padres del chico para buscar la manera de encauzar tan sorprendente creatividad. El 13 de diciembre de 1906, Castro escribió una carta al gobernador de Veracruz, Teodoro A. Dehesa, solicitándole una beca que le permitiera estudiar en la capital.
Buenas noticias recibió la familia García Cabral: el gobernador se comprometió a otorgar al jovencito una beca de 25 pesos al mes para que estudiara en la ciudad de México. En los albores de 1907 Ernesto cruzó, con paso firme y mil ideas en la cabeza, la puerta enorme, alta, de la Academia de San Carlos, recinto en el que se respiraba sabiduría y conocimiento.
De acuerdo a la herencia oral y testimonios proporcionados por Ernesto y Vicente, ahí, en San Carlos, es donde su padre recogió su primera gran influencia debida a su maestro Germán Gedovius, entonces colaborador de El Mundo Ilustrado. Y como en ese tiempo todo artista que se preciara de serlo debía andar la ruta de los consagrados, él tomó su caminito.
La Academia y su ojo avizor lo llevaron a dominar el clasicismo en el trazo, mientras que las corrientes extranjeras, vía revistas importadas, le enseñaron los secretos del gag contundente. Uno de sus primeros trabajos formales, donde aplicó esas técnicas, fue en La Tarántula, dirigida por Fortunato Herrerías, quien a la postre sería uno de sus más entrañables amigos.
Precisamente Cabral y Herrerías vivieron este capítulo: El 18 de noviembre de 1910 Herrerías estaba en Puebla y fue testigo ocular del brutal ataque del ejército de Zaragoza a la casa de los hermanos Serdán. Rápido telegrafió a Cabral, a quien narró todo, y éste realizó 10 cartones que publicó. Fueron las primeras imágenes que México tuvo de su Revolución.
A La Tarántula le sucedieron publicaciones como La Risa, aparecida en julio de 1910, y el ácidamente antimaderista semanario Multicolor, nacido en julio de 1911, dirigido por su amigo Mario Vitoria. A la salida de Porfirio Díaz del país y la ascensión de Madero al poder, los caricaturistas otrora oprimidos dan rienda suelta a sus cartones, satíricos y muy hirientes. Tanto, que a ellos se les suele atribuir la desgracia en que caería Madero y su vicepresidente José María Pino Suárez, sacrificados por órdenes de Victoriano Huerta.
La primera figura fue el mismo Francisco I. Madero. Desde Multicolor y bien coordinado por Vitoria, no dio descanso al nuevo régimen y menos a su paladín. En 1912 publicó un cartón en el que el general porfirista Bernardo Reyes carga a un bebé, con la cara de Madero, en actitud de depositarlo en una cuna con la leyenda Lo quito o lo coloco.
Consecuencia lógica, Cabral es “invitado” por Madero a viajar a París y continuar allá sus estudios. Para animarlo le otorga una beca de 200 pesos mensuales, que le duró sólo un año, pues muerto Madero, en 1913, Huerta se la retira y comienzan épocas difíciles.
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