Yo soy un viajero. Como cosa secundaria, canto y escribo, pero mi oficio es caminar. En eso soy un profesional. Lo hago desde siempre. Desde que arranqué, recorrí 165 países. Nunca paré. Nunca viví en una casa. Siempre estuve de paso. Nada para cuidar, para ser libre y seguir caminando. Yo siento que lo único que hice fue subir a un tren en Tandil, a la buena de Dios, en el año ’46. Y un día me bajé en Beijing. Y no me preguntes qué pasó, porque no sé que pasó. Fui de fiesta en fiesta. Vino todo lo que hubo en el medio. Desde dictaduras al hambre. De todo. Y todo lo vi siempre como una gran obra. La vida como una gran obra.”
Entre las anécdotas, historias, reflexiones y nombres que los desbordan, Cabral retoma el tema. “Me quedé pensando en por qué elegí esa foto. Y es porque yo me enamoré del mundo por los libros. Primero por las historietas, después los libros. Yo al mundo lo sentí desde siempre por las historietas. Yo soy hijo de una historieta de Hugo Pratt. Yo quería ser el Corto Maltés”, explica.
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