La mente humana es un lugar oscuro y tormentoso. Un hoyo, un pantano del que a veces pueden nacer las flores más bellas, cuando se nutre del más profundo dolor. No hay mejor ejercicio que el llanto, para dar forma a la sensibilidad artística, aquella que nos hace merecedores de aplausos y homenajes, mientras dentro nuestro todo es aún mustio y nos grita "basta". Todos guardamos cadáveres en los armarios, todos enterramos mascotas, a todos nos duele una despedida. Quizás la tristeza no sea más que otra forma de pronunciar la distancia.
Sin embargo, hay dolores que están reservados sólo a algunos, quién sabe por qué. Nacer para sufrir, es una explicación tan simple, una excusa plañidera que a menudo usamos para regodearnos en nuestra ingenua naturaleza. Algunos dicen que el sufrimiento es la vía más corta para alcanzar la santidad: paradójico, ya que el mismo sufrimiento es de por sí un infierno. Otros dicen que un genio malévolo se divierte con nosotros: absurdo, pues un genio de verdad no se distraería con prácticas tan triviales.
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El caso es que, de alguna u otra manera, el llanto se ha encargado de marcar los momentos más sublimes del arte. Y así sucedió con James O'Barr, autor maldito, que supo forjar con su dolor una de las historias más agobiantes del cómic: "El Cuervo" se empezó a escribir cuando la novia del autor falleció a raíz de un accidente automovilístico. Es por eso que cada palabra de esta obra parece surgir desde debajo de la tierra, tal como el mismo Eric Draven. Es por eso que la poesía de O'Barr es bella y triste, como una flor de cementerio. Y, finalmente, es por eso que, tras leer esta maravillosa obra, nos sentimos como vueltos de la muerte, en pos de un fin salvaje y ultra-terreno. Con "El Cuervo", James O'Barr logró cumplir su venganza contra el mundo, contra el cómic, y contra él mismo.
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"Eric, expulsado del país de las maravillas"
"El Cuervo" es una obra que gira en torno a un eje temático simple, que es a la vez la sublimación de los deseos más oscuros del autor: la venganza. O, mejor dicho: la justicia divina, pues Eric Draven, vuelto de entre los muertos para vengar el asesinato suyo y el de su amada, es más un dios que un justiciero. Un dios urbano, real, tan magnánimo que no teme mezclarse con la podredumbre, para impartir su ley eterna.
Hablamos aquí, entonces, de un héroe de dimensiones marcadamente religiosas. El vasto conocimiento y el gran manejo de referencias bíblicas me hace pensar, una vez más, en la vida de James O'Barr. ¿Será que el artista, luego de la tragedia, intentó refugiarse en la fe? ¿Será que, al no dar esta los resultados esperados, la puso finalmente a su servicio, reformulándola como una fundamentación para la venganza? El personaje de Draven simboliza el grito desesperado de un hombre, ante el fracaso de la religión como vía de resignación. Tras indecibles penurias, tanto O'Barr como su personaje dejan atrás todo viso de autocompasión, decantándose finalmente por la reacción más lógica, desde el punto de vista humano: la justicia por mano propia.
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Pero no se crea que Eric Draven es únicamente la idealización de la violencia desatada. En "El Cuervo", se esconde otro tipo de revancha: la del artista, en contra del mundo sucio y lato del hombre común. En todo momento, Draven se nos muestra como un personaje de una sensibilidad exacerbada, cultor de la danza, y la música. Todo en él es teatral, dramático. Más aún, su atuendo y su maquillaje no son otro que una exteriorización de su alma envenenada. Su guerra, entonces, es también contra la incomprensión, contra una realidad que proscribe a los espíritus sensibles. Un terrorismo ilustrado, o un fascismo cultural, si cabe el término.
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"Reivindicando a la historieta gótica que no existe"
Para muchos, el gótico puede representar únicamente una propuesta estética, un estilo musical, o una subcultura adolescente. Sin embargo, ahondando un poco más en el tema, nos topamos con que el gótico no se agota únicamente en un concepto visual, o en un cúmulo de temáticas recurrentes. Estamos aquí frente a un complejo género artístico, totalmente independiente de sus fuentes, y con una identidad plena y en constante desarrollo.
Por desgracia, suele incluirse dentro de este peculiar universo a cuanta historieta de vampiros, zombies u hombres-lobo exista en el mercado, aún cuando muchas de éstas no guarden ninguna característica en común con la propuesta gótica. Esto no hace más que desprestigiar al movimiento, infestándolo de clichés y concepciones erróneas, las cuales, a la larga, terminan condicionando al público lector, y privándolo de trabajos de gran calidad.
¿Qué nos queda, entonces, de toda esta perorata? Que el gótico es un enfoque, un tratamiento, y no un simple panteón de monstruos llorones y lamentables. Se trata de un estilo que apela a la atmósfera y a la poesía, antes que a la sorpresa y la celebración de la sangre por la sangre. En busca de referentes, mi mente viaja inmediatamente a las sombrías páginas de "Aura", de Carlos Fuentes, a los cuentos de Guy de Maupassant ("Sur les Chats", "La Parure"), y a los terribles, terribles "Ojos de Lina", de Clemente Palma. Imprescindibles, también, y ya hablando de cine: "I Tre Volti della Paura" (Mario Bava, 1964) y "The Innocents" (Jack Clayton, 1961).
Pero, volviendo a la historieta, ¿existe tal cosa como una verdadera corriente gótica, dentro del arte secuencial? A mi parecer, bien podríamos empezar por identificar algunos de los elementos distintivos del género: escenarios sombríos, textos de considerable carga literaria, tramas de moderadas pretensiones, y personajes de alto contenido psicológico. Sin embargo, toda descripción resulta inútil, ante ejemplos tan contundentes como "Dark Knight, Dark City" (Peter Milligan), "Sandman" (Neil Gaiman), los impecables primeros capítulos de "Mort Cinder" (H.G. Oesterheld) y, cómo no, "El Cuervo" (James O'Barr).
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Pero cuán débil resulta nuestro entusiasmo, y que fácil se deshace, tras apenas golpear contra el muro de la realidad: si cada quien tiene su propia definición de "historieta", así como de "gótico", sería iluso pensar siquiera en la posiblidad de un consenso, en cuanto al término "historieta gótica" se refiere. Por suerte, y a decir de Eric Draven, no puede llover para siempre. A todos les llega su venganza.
César Santivañez
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