The Phantom, conocido tradicionalmente entre nosotros como El
Hombre Enmascarado, fue creado en 1936 por Lee Falk, con dibujos
de Ray Moore. La visión del mundo de los años treinta es lo que hace
que las primeras aventuras del Fantasma sean tan adorablemente
exóticas: liberadas mujeres aviadoras que además son piratas, bandas
de ladrones de toda etnia y ralea, tribus caníbales, enclaves remotos
y tripulaciones de maleantes que incluso desde las páginas huelen a
sudor y a óxido.
La presencia del Fantasma es, en los primeros momentos, exactamente
la de una sombra justiciera que aparece, golpea, hace comentarios
cáusticos y desaparece. Con los dibujos nerviosos de Ray Moore el
Fantasma se convierte en la serie de aventuras por antonomasia de
la historieta de los periódicos del período clásico, que es lo mismo
que decir la historieta de todo el mundo. La mítica y la poética del
enmascarado sometido a un juramento familiar lo acercan una y mil
veces a la muerte de la que no sobrevivirá como persona, aunque sí
como leyenda: nuestro Fantasma es el Fantasma número 21 en una
larga tradición de Fantasmas.
A Ray Moore lo sucedió durante décadas el eficiente Wilson McCoy,
que fallecería en 1961, dejando desde entonces la serie en manos de
Sy Barry, hermano del dibujante de Flash Gordon.
En Dolmen, dentro de la línea Sin Fronteras, empezamos nuestra edición
por las primeras historias de Sy Barry, por ese reinicio glorioso
que, curiosamente, conocimos deficientemente en la edición de Dólar
en los primeros años sesenta y apenas un par de momentos en la de
Ediciones Vértice. Es, pues, el material menos conocido y, a la vez,
quizá el más interesante, a la espera de regresar algún día a las historias
originales. Es palabra del Fantasma. Es dicho de la jungla.
Suenen los tam-tam de la selva profunda. El duende que camina, el
espíritu que anda, regresa.
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