En el caso de las tiras del cuy, que bien podría llamarse "El Cuy todo tira", es una recopìlación 1,200 tiras en 328 paginas de tamaño a-4 que incluye tiras inéditas, otras que aparecieron en su blog y por supuesto las tiras clasicas que aparecen en el Diario de Marka.
Juan Acevedo es un notable autor y amigo entrañable, y si se puede invocar algún tipo de objetividad al respecto hablando de su obra principal , es que este roedor fue por mucho tiempo testigo y voz de un pueblo que buscó ser protagonista a pesar de las adversidades políticas y sociales. Los dejamos con un texto escrito por Nelson Manrique que aparece en el diario La República y que lo pegamos a continuación, bajo la licencia de la amistad y cariño por el Cuy,.
25 de octubre de 2011
El Cuy tira, siempre
Por Nelson Manrique
La Feria del Libro ha visto el bautizo de El Cuy tira, la edición total de las aventuras de nuestro viejo, y siempre joven, amigo. El Cuy de Juan Acevedo es uno de los más interesantes vástagos y a la vez una de las mejores representaciones de la Generación del 68. Entonces se inició la revolución de Juan Velasco y con ella la liquidación del orden oligárquico. En torno a ese año se sucedieron en el mundo la revolución cultural china, la muerte del Che, el aplastamiento de la primavera de Praga por los tanques soviéticos, el mayo francés, la matanza de los estudiantes mexicanos en la Plaza de Tlatelolco, la ofensiva del Tet (el Año Nuevo Lunar) y el inicio de la derrota de EEUU en Vietnam.
La Generación del 68 compartió un horizonte político genéricamente denominado “nueva izquierda”, tuvo una notable constelación de artistas e intelectuales y convergió en importantes proyectos político culturales como El Diario de Marka, su revista cultural El Caballo Rojo y Monos y Monadas (segunda época). Juan Acevedo participó en ellos.
El Cuy y su álter ego Humberto constituyen una reencarnación de la pareja más célebre de la novela moderna: el Quijote y Sancho Panza. El Cuy es un personaje complejo que tiene de Quijote pero también bastante de Sancho: simpático, soñador, carismático, idealista, honrado, pero también engreído, narcisista, amante de la figuración, por momentos soberbio, machista, moviéndose entre la euforia y la depresión, padre amoroso y marido enamorado, pero al mismo tiempo un truhán capaz de sacarle la vuelta a la Pericotita. Un cuy, en suma, de su tiempo. César Hildebrandt ha escrito: “Los del 68 querían un mundo mejor, pero antes de quererlo, ellos mismos se hicieron mejores. Y se hicieron mejores con el método más sencillo: sintiendo que la injusticia nos concierne y que el planeta es uno solo, lleno de prójimos y de esperanza”.
El Cuy nació en La Calle a fines de 1979. Luego se trasladó a El Diario de Marka, donde comenzó a publicarse el 13/5/80. Signo de los tiempos: apenas cuatro días después un destacamento armado de SL asaltó la escuela de Chuschi (Ayacucho) dando inicio a su “guerra popular”. Durante los tres años siguientes se añadieron el retorno de los militares a sus cuarteles, el de FBT a la presidencia, la formación de la IU y su triunfo en 1983, llevando a Alfonso Barrantes Lingán a la alcaldía de Lima y la matanza de ocho periodistas en la comunidad de Uchuraccay. Tres periodistas de El Diario figuraban entre las víctimas.
Todos estos eventos se reflejaron en las tiras del Cuy, pero no son una reproducción servil de los acontecimientos sino su reelaboración en una compleja mezcla donde se amalgaman la realidad y la fantasía. La realidad en la historieta de Juan puede adoptar formas elípticas, como la incorporación de los cerros como paisaje de fondo de las viñetas, que para el Cuy constituyen una presencia ominosa que nombra sin nombrarla la desolación y la muerte sembrada por SL y las fuerzas de seguridad en la sierra. Otras son alusiones poéticas, como el arco iris con el nombre de los mártires de Uchuraccay que ilumina una viñeta, o el río de sangre que desciende de los cerros y que inscribe en una tira cómica la tragedia que la sociedad peruana se empeñaba en silenciar.
El Cuy vivió luego una existencia precaria en publicaciones periódicas y resucitó recientemente en versión virtual. No fue ajeno a las dudas, vacilaciones y desgarros de su generación. Juan Acevedo se alimentaba de sus propias experiencias pero también de las de un amplio grupo humano que compartía un mismo ideal y se jugaba por él. El Cuy puede ser leído también como un documento histórico que ausculta minuciosamente en tiempo presente esa dimensión de la realidad, las subjetividades, tan difícil de aprehender.
Carlos Iván Degregori afirmó que el Cuy constituía la autobiografía colectiva de su generación, y es verdad. Con sus sueños de grandeza, sus pequeños dramas y miserias cotidianas expresa bien la historia de un segmento de la sociedad peruana que día a día esperaba El Diario para saber en qué andaba su héroe. Sus muchos amigos le deseamos una larga vida.
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