No era sexo, era amor
- Un recuerdo íntimo de la gran revista de cómics eróticos de España
"Que 20 años no es nada..", cantaba Carlos Gardel. ¡No, ni poco! Hace 20 años, en 1991, con una voluptuosa portada de Jaime Martín, inició su húmeda andadura la revista mensual 'Kiss Comix' o, como la conocíamos sus integrantes, 'el Kiss' a secas. El 'Kiss' era una revista de cómics 'eróticos' (eufemismo que los sexoadictos siempre utilizamos para denominar el vil porno cuando nos conviene ser bien vistos o para convencer a una actriz de que se desnude), publicada por la entonces ya mítica Ediciones La Cúpula, célebre por su revista señera 'El Víbora'. Para capitalizar el excedente de material sexual que recibían y generaban, el editor Josep Maria Berenguer y compañía tuvieron la excelente iniciativa de crear una cabecera propia donde comercializarlo. Ellos eran los más indicados para lanzar una publicación así: ¡con la de burradas que ya habían editado en las páginas 'viborianas'! Contaban, además, con una colección de álbumes porno (la nunca suficientemente valorada 'Colección X'), desde la que canalizaron a muchos de sus autores, siempre con historias inéditas, para la recién nacida 'Kiss': Von Gotha, Peter, Tobalina... Pronto, el éxito de 'Kiss' fue tal que, a su vez, alimentaría de nuevos autores y proyectos a la Colección X. La Cúpula nunca destacó por tener un buen departamento promocional ni comercial: ello añade aún un mayor mérito al éxito instantáneo de la iniciativa, colocando a 'Kiss Comix', sin apenas publicidad propia ni un solo anuncio en publicaciones ajenas, a la cabeza de sus éxitos de venta y provocando que, a lo largo de la década de los 90 y principios del siglo XXI, su sello diese a luz 'filiales' equivalentes en Estados Unidos y Francia (con los títulos de 'French Kiss Comix', toma ya encubrimiento de la alcurnia, y 'La Poudre aux Rêves', respectivamente), que reciclaban sus páginas para triplicar los ingresos de una nómina de autores internacionales que no dejó de crecer. De hecho, para cualquier estudioso del cómic, la lista de artistas del medio ¡de todo el mundo! que llegaron a vivir (o al menos, a recibir muy buenos dividendos) trabajando directamente para 'Kiss' es de pasmo: clásicos como Frank Thorne o Solano López, o nuevos 'enfants terribles' como Kevin Taylor o Noé, por poner ejemplos estadounidenses y argentinos, con dos tradiciones historietísticas fuertes, dibujaban sus historietas en exclusiva para la publicación española. Por no hablar de la cantidad de nuevos valores nacionales que se foguearon en sus páginas, antes de consolidar sus nombres en el campo de la historieta 'respetable': Paco Roca, Sergio Bleda, Man, Rubén del Rincón y un sinfín de nombres que formaron parte de la nómina fija de artistas 'kisseros'.
Con 'Kiss', Berenguer emuló a su admirado (y admirable) Josep Toutain, el controvertido editor catalán que en los años 60 internacionalizó el cómic 'made in Spain' a través de sus Selecciones Ilustradas.
Masturbarse con dibujos de otros hombres
En 1992, con 20 añitos, entré como redactor jefe de la revista 'El Víbora' y, de rebote, me tocó llevar también el timón de 'Kiss', siempre tutelado fielmente por el librepensador Berenguer y Emilio Bernárdez, el honestísimo jefe de producción. Mi descarada visión mercantilista y renovadora de la línea editorial (nunca he entendido el complejo que tienen los españoles a la hora de establecer una industria cultural) chocó de frente, como es lógico, con los fieles al 'comix para supervivientes' (lema de 'El Víbora'), pero, en cambio, campó libre en 'Kiss', dado que se trataba de la 'niña fea' (y descocada) de la empresa: sin embargo, gracias a 'Kiss' pudimos abrir una línea de cómic independiente (Brut Comix) que publicó por primera vez en España los trabajos de historieta independiente yanqui (especialmente mi tríada predilecta: Peter Bagge, Daniel Clowes y Chester Brown) y lo más incipiente de la española (Juaco Vizuete, Arcas y Acuña, Quim Bou, Miguel Ángel Martín), línea que, por prematura, no daba un duro, pero cuyos títulos anglosajones llenaban páginas y páginas de la crítica especializada. En cambio, de 'Kiss' nunca nadie escribió nada. ¡Y eso que había historietas buenísimas! El grueso de mi tarea consistía en revisar los guiones, corregir los rotulados (cuando los rotulistas hacían su también artístico trabajo a mano y llevaban la letra consigo), plantear nuevas series y aderezar el contenido general de la revista con secciones complementarias todo ello con un cuidado que nadie solía poner en el material porno. También me ocupaba de otear nuevos talentos (creamos un concurso de cómic erótico anual) y revisar todo el material que autores amateurs nos enviaban para nuestra consideración. Cada semana respondía una media de 10 muestras de aficionados de todo el mundo, cosa que para mi placer personal no dejan de recordarme muchísimos autores actuales que empezaban en aquella época, cuando casi ninguna editorial respondía envío alguno. Codo con codo, tuve siempre al lado a Pablo López (Pablópez), un virtuoso diseñador que le echaba más horas que nadie al trabajo. Le pusimos como equipo de redacción, en suma, un amor al sexo que a mi juicio marcó la diferencia de la revista con otras imitadoras que surgieron enseguida. Pero, claro, lo principal fue el enorme talento que vertieron los artistas publicados. Enseguida me acostumbré a manejar todo tipo de originales de alto contenido explícito, de manera que empezó a extrañarme que nadie pudiera excitarse (especialmente el lector masculino) mirando dibujos hechos por otros hombres: se me antojaba como una extraña y retorcida relación homosexual con el ideal de mujer como vínculo de estimulación bidireccional. Naturalmente, yo como adolescente también había tenido mis experiencias onanistas con cómics 'eróticos' (Milo Manara sigue siendo a mi parecer el mejor dibujante de mujeres que ha habido jamás), pero pronto dejó de tener sentido excitarse viendo viñetas dibujadas por personas que ya trataba cotidianamente, en su mayoría señores venerables con fantasías muy semejantes a las de cualquier ser humano. No importa: los fans de 'Kiss' nos confesaban por carta que en sus dibujos encontraban una ensoñación que la fotografía porno no les podía proporcionar. Algunos hasta nos contaban que se masturbaban pensando en Mónica, la osada ilustradora de muchas de las portadas, sin saber que la tal Mónica era en realidad un hombre hecho y derecho llamado José Calvo. Al menos la portadista valenciana Nina sí era una mujer de verdad...
Pero la calidad...
En cambio, por suerte nunca se agotó mi capacidad de apreciar la calidad 'per se' de muchas de las páginas originales que tuve el privilegio de tener entre mis manos: desde las desquiciadas propuestas del sucio Ferocius (el Freud del cómic X), hasta las agudísimas historias de cariz social realizadas por el tándem español formado por David Revilla y Toni Payà, pasando por las locuras 'pulp' concebidas por el maestro Solano López y uno de mis guionistas fetiches, el nunca suficientemente ponderado Ricardo Barreiro.
Bien, pero... ¿se vendía porque era porno o porque era cómic?
Desde el primer momento nos acostumbramos a ser ignorados olímpicamente por la prensa especializada y el resto de la profesión, bajo el pretexto de que aquel material (material de derribo para la mayoría de la crítica coetánea) sólo tenía su razón de ser en la temática carnal de sus páginas, sin mérito alguno más allá de mostrar toda una galería avasalladora de polvos puestos en escena con mayor o menor ingenio. Nada más alejado de la realidad: evidentemente, muchas historietas eran recuentos más o menos rutinarios de encuentros sexuales, pero también se publicaron grandes obras, artísticamente impresionantes tanto desde el punto de vista plástico como inventivo.
¿Era negra?
Me será difícil olvidar la visita del entonces casi septuagenario y recientemente fallecido Solano López, dibujante del mayor clásico de la historieta cifi argentina ('El Eternauta', con guión del llorado Oesterheld), y cómo le brillaban los ojos mostrándome páginas a color de sus mudas Silly Simphonies, preciosas galerías de naïf coloreado protagonizadas por gráciles nínfulas cuya estampa hubiera podido competir en candidez con los posters de payasos tristes si no fuera por su acusada tendencia a retozar sin sus prendas íntimas... O cuando en 1992 viajé a Nueva York para conocer en persona a nuestro 'hot artist' del momento, el harlemniano Kevin Taylor, y descubrí atónito que, según él, Girl, la exuberante heroína de sus cómics ¡era negra! Nadie en La Cúpula se había dado cuenta de ello en todos los meses que llevábamos publicándola, pero claro... ¡un dibujante negro no dibuja a los negros como los dibujan los blancos! Tras siete años de dedicación plena a 'Kiss' y 'El Víbora', mi agotamiento psicológico fue tal que renuncié a seguir en la editorial: el sexo no tuvo nada que ver, lo juro; en realidad, quería ocuparme de mis propias creaciones guionísticas y literarias... Incluso ya desentendido del 'staff' cupulero, pude cumplir uno de mis sueños (que hasta entonces el pudor profesional me impedía) y crear mi propia serie de cómic porno para 'Kiss': la inmodesta 'Asia', una actriz porno asiáticoamericana a quien la China comunista quiere eliminar a toda costa por ejercer un mal ejemplo en las mentes orientales. Otra anécdota: el argentino Marcelo Sosa -el increíble dibujante de 'Asia'- y yo jamás nos hemos conocido en persona. Poco tiempo después de mi marcha de 'Kiss', el entrañable Pablópez falleció de cáncer. Fue un duro golpe para todos, pero creo que especialmente para quienes se quedaron en aquella redacción, que obviamente ya no volvió a ser la misma. Los eruditos que consideran que el cómic porno (y el de 'Kiss' era el mejor) no está a la altura de los demás géneros, son tan prejuiciosos e injustos como los que ignoraron a Purita Campos durante tres décadas porque 'Esther y su mundo' era "cómic para chicas". Por el trabajo de Pablo, por el trabajo de todos los autores que pasaron por 'Kiss', para que no sean siempre letra pequeña o tinta invisible en los análisis teóricos o sólo se escriba de una revista como ésta cuando deja de publicarse, creo que merece la pena romper una lanza a favor de esos 20 años de historietas, algunas de ellas fabulosas. O quizá es que, como siempre me repetía Pablópez, yo no soy más que un "defensor de lo indefendible". Y para terminar, disculpen la paja mental: les aseguro que me enorgullecen mucho más todas las que durante dos décadas propiciamos con el 'Kiss'.
Excelente artículo de Hernán Migoya, gracias por publicarlo. A propósito, aún se pueden encontrar ejemplares de la revista Kiss Comix (la última etapa) en el centro de Lima.
ResponderBorrarAdió' Kiss Comix ¡_¡
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