miércoles, 21 de abril de 2010

Esta bien que robe, siempre y cuando haga obra

Por eso tanto choro se quiere postular al congreso, alcaldía y al ejecutivo

1 comentario:

  1. Luis Enrique Alvizuri11:27 p.m.

    1. Qué bueno que esto empiece a tomar cierta repercusión en nuestro medio, porque solo viendo nuestros defectos es cómo aprendemos a reconocerlos.

    2. Efectivamente, el hacer obras siempre se ha tomado como un sinónimo de rectitud, veracidad y probidad. Desde muy antiguo el ser humano ha alabado a quien las hace en comparación con aquel que solo habla de ellas. A modo de ejemplo mencionaríamos un pasaje del Evangelio cuando dice: "Por sus obras los conoceréis".

    3. Pero si bien esto pareciera ser un valor puro —algo que filosóficamente se discute si es que existe—, no deja de tener su lado perverso, aquel que todo astuto y malvado encuentra siempre para salirse con la suya (como dice el dicho "hecha la ley, hecha la trampa").

    4. Este lado oscuro es aquel que toma el extremismo exacerbado como una demostración de mayor probidad, es decir: si bañarse es bueno —razonan los torcidos— entonces el que se sumerge todo el día en el agua es el mejor. Aquí se da lo que se llama una falacia (una falsa deducción lógica) en el sentido de que la abundancia no significa necesariamente un aumento. Teóricamente un crecimiento exagerado es ya de por sí algo negativo (puede ser un tumor).

    5. Y aquí es en donde reside el engaño de los tramposos: ante las personas de raciocinio simple actúan como magos de pueblo haciendo trucos que a todos dejan asombrados. Para los que uno más uno son dos les basta con ver a alguien haciendo una "obra" para que inmediatamente lo asocien de "bueno". Aquí también recordamos al Evangelio con el ejemplo del fariseo quien, al momento de dar una limosna, agita sus joyas para que todos lo vean.

    6. Entonces, para resumir, no todo el que hace obras es necesariamente bueno, pues puede haber detrás de ello un corrupto que aprovecha de esa imagen para lucrar con ella y encima ganar la fama de "bueno" y "eficiente". Un alcalde como el de Lima practica esta política sabiendo cómo piensa la gente humilde, de modo que no se preocupa por las otras funciones de su ejercicio (administrar bien, combatir la delincuencia, limpiar la ciudad, etc.) dando exclusivo énfasis a aquello que le reditúa "buena imagen" y mucho dinero, o sea, las obras.

    7. Pero al final estos sucesos nos están haciendo entender que el entusiasmo por "hacer obras" esconde también actitudes nada santas y más bien altamente corruptas. Se trata de demonios vestidos de santos constructores. Entonces, estamos advertidos para que, sobre ello, evaluemos a los futuros candidatos y funcionarios.

    Muchas gracias.

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