lunes, 27 de julio de 2009

Juan el Profeta


Agradecemos a la periodista Patricia del Río por facilitarnos este articulo inteligente y divertido que da luces sobre la obra de Juan Acevedo y en particular sobre el libro "Ciudad de Reyes" un libro que releido en esta época tiene tanto de premonitorio, como coincidieron Patricia del Río como Jorge Bruce, como también es un recordatorio de cuanto no hemos cambiado.
Gracias Patricia.

Juan, el Profeta.
Patricia del Río



Un día apareció el cuy en la famosa serie de tv. South Park, luego fue protagonista de un comercial de banco. Ahora resulta que va a ser estrella de una megaproducción de Hollywood. Nada que hacer, Juan Acevedo es un visionario. La vio hace años y hoy el cuy es mundialmente famoso. Debería cobrar regalías.

En eso andaba pensando la otra tarde, cuando Juan me llamó a pedirme que presentara su libro, Ciudad de los Reyes, casi choco de la emoción. Me puse feliz, me sentí honrada y segundos después me entró un sincero ataque de pánico. Pensaba ¿qué puedo yo decir del trabajo de un hombre que reune todas las cualidades de las que yo carezco? Juan dibuja magistralmente, es capaz de resumir un tremendo rollo en pocas palabras y encima nos hace reír. Yo, no. Tres veces no. Cuando me estaba aterrando, sin embargo, descubrí que las virtudes de Juan no se alejan mucho de las que exhibe mi hijo Adriano de solo año y medio. Mi enano hace unas obras de arte con sus crayolas, es capaz de expresar todo su mundo en unas cuantas palabras, (entre las que predominan yo, mio y solito), y créanme que me hace reír todo el santo día.

Por ahí no va, me dije. Tengo que descubrir por qué admiro profundamente el trabajo de Juan, por qué disfruto todo lo que cae en mis manos que tenga su firma, por qué, como les ocurre a ustedes probablemente, después de leer – mirar sus dibujos me quedo con la sensación de que yo sería incapaz de hacer algo parecido.

La respuesta la encontré leyendo esta magnífica edición de La Ciudad de los Reyes. Les cuento.
El libro tiene una característica peculiar: antes de empezara disfrutar de las viñetas, nos recibe un texto introductorio en el que Juan explica muy descriptivamente lo que vamos a leer: se trata de 100 dibujos seleccionados de unos 400 que publicó entre 1969 y 1981. Juan, además, se toma el trabajo de explicarnos cómo fue recopilando las barbaridades que solemos decir en las calles para discriminar, para diferenciarnos del otro que nos resulta tan peligroso, para sentirnos mejores que el vecino y las fue plasmando en dibujos.

Advierte, en un tono bastante serio, que también hay dibujos que hacen referencia a situaciones políticas específicas, en las que a él le interesa rescatar los comportamientos tipo de determinados actores que otros podían repetir. El texto termina con la firma Juan Acevedo, y la fecha: julio de 1983.

Han pasado 26 años, pensé. Lo que reflejan estas páginas ocurrió cunado yo todavía jugaba con barbies y aprendía a bailar la coreografías de John Travolta en Grease. Mi memoria política de esos años se reduce a un juego que habíamos inventado con mis primos, que se llamaba toque de queda, en el que a determinada hora todos debíamos correr hasta treparnos a un triciclo y el que quedaba fuera era acribillado por mi primo mayor, vestido de soldado. ¿Qué me pueden decir a mí estas páginas? ¿Qué pueden encontrar en ellas personas de mi generación o menores?

Si bien la respuesta la tiene que encontrar cada uno en ese acto tan solitario y sagrado que es leer un libro, yo les puedo adelantar que lo que tienen en sus manos no son las típicas viñetas de una historieta o del humor gráfico. Este libro tiene 100 obras de arte, 100 dibujos que con un trazo escalofríantemente limpio y complejo logran traducir, junto con las afiladas frases que los acompañan, la mentalidad de una sociedad que se resiste a humanizarse.

Que lucha contra la posibilidad de ver al prójimo, de reconocerse en el otro. Los reyes de la ciudad de Juan Acevedo son duros y despiadaos. Son racistas y déspotas. Son hombres que golpena a sus mujeres, viejas a las que les apesta la cholería, militarse listos para reprimir, empresarios diseñados para la explotación, maestros pisoteados por el Estado, comunistas perseguidos por sus ideas, mendigos que exhiben su miseriaante la indolente mirada de los que todo lo tienen. Son, al fin y al cabo, personajes de una sociedad en la que la iguladad se ha vuelto un bien inalcanzable y la diferencia una excusa para sospechar del otro. Para atacar al otro, para golpear al otro.

Cada uno de estos dibujos, como sabemos, nació en las páginas de los periódicos y revistas de actualidad que probablemente son los documentos que tienen la vida más corta de todos los que producimos, sin embargo, ocurre con ellos una paradoja que ustedes ya deben estar imaginando: los dibujos no solo no han envejecido, sino que leídos 30 o 40 años después de haber sido creados, uno descubre que son premonitorios.

Me explico: la lectura más rápida es que Juan ha sido tan perceptivo y genial que logró plasmar perfectamente las características más vergonzantes y vergonzosas de nuestra sociedad en sus dibujos, y como esta no ha cambiado nada, como nuestros problemas no se han resuelto en lo absoluto, el libro puede reeditarse un cuarto de siglo después y cobra nuevamente vigencia y sentido.

Yo, sin embargo, les propongo otra mirada: en la Ciudad de los Reyes Juan no plasmó hace 25 años la sociedad que éramos, sino la sociedad en la que nos podíamos convertir. Juan Acevedo, así como todos los que hacen del humor un arma, usó la ironía, la sorna, la irreverencia no solo para reflejar lo que ocurría en determinado momento, sino para llevar al extremo las posibilidades del alma humana para desnudarla, para mostrarnos en un espejo, no lo que somos, sino aquello en lo que nos podemos convertir.¿No es la caricatura acaso una exacerbación de nuestros defectos y cualidades?

Juan dice, en una conmovedora carta al lector que cierra su libro, y que es lo único que se ha escrito en este siglo, que al comienzo nadie entendía su trabajo porque él no quería que la gente se riera, simplemente, sino que también pensara. Yo no sé qué pensaron quienes lo leyeron allá por 1983, yo en esa época leía una melcocha llamada Susy secretos del corazón, así que estoy desautorizada para hacer ese análisis.

Lo que sí les puedo asegurar es que HOY la ciudad de los Reyes no los va a hacer reír. Y no porque no sea magistral. Y no porque algo haya envejecido en ella. No los vas a hacer reír, porque no es gracioso saber que tuvimos más de 25 años para cambiar los destinos de una sociedad que se ha construido sobre la base de la desigualdad y la falta de oportunidades para todos y no hicimos mucho, o nada, al respecto.

No tiene nada de gracioso, ver en los dibujos de Juan una profecía autocumplida. En ellos está el anuncio de la violencia que traería sendero, está los datos que explican como la represión militar desapareció a miles de quechuahablantes de la faz de la tierra sin que en Lima nos inmutáramos, en sus dibujos están Bagua y sus 25 muertos, las playas de Asia y sus tranqueras infranqueables, está la situación paupérrima de nuestros maestros que es la situción paupérrima de nuestra educación.

En sus páginas está todo lo que pudimos evitar y no lo hicimos. Por eso es imprescindible comprarlo, leerlo. Para mirarnos, para saber, para que no se repita.

¿No les dije yo que Juan era un visionario?
Gracias Juan.





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