La historia de este diario no solo está compuesta de grandes investigaciones, reportajes o suculentas crónicas. Por sus páginas también han pasado (y pasan) una pléyade de artistas que han dado a luz miles de caricaturas.
Por: Enrique Sánchez Hernani
El período que Jorge Basadre llamó la República Aristocrática, situado entre 1905 y 1931, y que fenece con el oncenio de Leguía, estuvo caracterizado por la modernización de las principales ciudades del país y por el endurecimiento de los gobiernos de entonces frente a la libertad de prensa. No solo llegaron el tranvía eléctrico, el fonógrafo, el automóvil y el teléfono sino que las imprentas enriquecieron su tecnología con el fotograbado y la impresión a colores. Esto permitió el auge de la caricatura como una opinión festiva y elocuente de los yerros y desmanes políticos.
Surgió una brillante promoción de dibujantes que con su trazo y enjundia iluminaban el cotarro limeño y daban estiletazos muy bien colocados. Los mayores fueron Julio Málaga Grenet, González Gamarra, Challe y José Alcántara La Torre, este último desde las páginas de El Comercio. Los precursores del humor popular ilustrado serían Málaga Grenet, el español Sixto Montealegre y Miguel Miró Quesada, quien primero en “Actualidades” y luego en El Comercio ejerció como caricaturista a través de su “Semana Cómica”. Era el año de 1905. Miguel M Q no solo fue dibujante; también era músico, pintor, deportista y una autoridad en decoración. Sus caricaturas eran un legado testimonial de ese tumultuoso nacimiento del siglo.
A pluma y tinta
Alcántara La Torre era trujillano y provenía de “Variedades”, donde por algún tiempo iluminó la sección “Chirigotas” y sus carátulas, cosa que ocurrió hasta 1909. En 1911, junto a colegas como Challe y Málaga Grenet, fundaría el semanario “Lléveme Ud.”, y años después pasaría a El Comercio donde daría cátedra de dibujo y humor. Dominaba el cromatismo, usaba acuarelas en sus dibujos y era un eximio retratista al carbón y la pluma.
Otro dibujante talentoso que paseó su tinta fina por El Comercio fue Raúl Valencia, quien primero estuvo por Chile en periódicos como “La Nación”, “Los Tiempos”, “El Mercurio”, y la reconocida revista política “Topaze”. Después viajó a la Argentina para trabajar en semanarios como “Crítica”, “Noticias Gráficas”, “La Razón”, “Mundo Argentino”, la gran “Leoplán” y “Goles”, donde adquirió el mote de “El Cholo Valencia”. De vuelta al Perú, trabaja en El Comercio y, más tarde, en el suplemento “7 Días”, hasta su retiro en los años 80. Murió a los 98 años en Argentina, el año pasado.
Otro de aquellos talentos singulares fue el arequipeño Guillermo Osorio, que tras trabajar en “La Prensa”, en los años 60 fue el caricaturista estrella de El Comercio. Su trabajo más celebrado fue “Historia de un candidato”, donde satirizaba a Haya de la Torre. Después creó la sección “Ají molido” en “Caretas” y fue uno de los impulsores del semanario satírico “La olla”, donde daba vida a “Los hermanos Picapiedra”.
También por los 50 otro caricaturista de polendas: Nayo Borja, dibujaba para El Comercio. Uno de sus trabajos más resonantes fue la recreación gráfica de la ejecución de Jorge Villanueva Torres, el “Monstruo de Armendáriz”, un caso de triste recordación, a la cual asistió lápiz y pluma en mano. El ajusticiamiento fue el 12 de diciembre de 1957. También colaboró en “La olla”.
Artículo tomado de el diario El Comercio, que celebra 170 años de fundado.
LaNuez
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