El famoso Salón del cómic de Barcelona abrió sus puertas esta semana con una exposición dedicada a los relatos western. Un emocionado reportero del diario El País cuenta su experiencia en esta cita, que, afortunadamente, no terminó a balazos.Texto: Jacinto Antón. Diario El País.
Fotografía: Agencia EFE.
¡Bang!, ¡Hooka Hey!, ¡Yeah!, ¡Tatarata Tataratatata! En pocos lugares resuena el western –disparos, alaridos de los indios, cornetas de la caballería– con tanta fuerza y emoción como en las viñetas de los cómics. Y es que esas pequeñas ventanas de papel son capaces de abrirse, por la maestría de los dibujantes, a horizontes tan amplios como los de Monument Valley de los filmes de John Ford. Todo el Far West ha hallado cabida en el cómic, desde la aventura de los cowboys y la épica de las caravanas al gatillo fácil de los pistoleros y la exultante libertad de los pieles rojas. La relación del género con las historietas viene de lejos y los dos, western y cómic, han viajado juntos desde muy pronto.
El Salón del Cómic de Barcelona se ha transmutado este año en Saloon (esos famosos bares de los western) a fin de ofrecer una panorámica de esta fructífera relación. Ofrece como uno de sus principales atractivos una gran exposición, 'Por un puñado de cómics', que incluye páginas originales, ambientaciones, una diligencia, sí, una diligencia, y hasta música. Las batientes puertas del Saloon se abrieron el jueves y permanecerán así hasta hoy domingo.
Claro que el programa del salón del Cómic –20.000 metros cuadrados, 141 expositores, previsión de 100.000 visitantes– no se agota ni mucho menos en esta atractiva exploración de los lazos de la historieta con el western.
Otras exposiciones abordan los 75 años de Superman, los 50 de dos de los grupos más veteranos de superhéroes, X-Men y Los Vengadores y la presencia de la crisis española en el humor gráfico.
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