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domingo, 27 de diciembre de 2009

Snoopy es un Master Yedai


Un texto de Aldo Fuentes Arana
No hay perro tan kul como Snoopy. No existen más como él. De perro a escritor a héroe de Primera Guerra Mundial es imaginativamente la explosión. Su sola presencia en un polo para damas, o beibis, es una curiosidad; un debajo de alfombra para saber lo que piensa o siente la gráfica. Ni siquiera el Patán, chuskely pupi de carcajada traqueal –El copiloto de Pierre Nodoyuna que se burlaba de sus choques en Los autos locos (Wacky Races), de la productora Hanna Barbera-. Nadie, pe, ha podido tumbarse el mundo del can, clásico de clásicos de la historieta Peanuts. Quedó demostrado ayer, con el reciente ranking en Internet donde participaron cerca de 76 mil internautas y, Snoopy, como oliendo camote, metió su hocico como el mastín de oro de la cultura pop realizado por un club canino estadounidense y Scooby-Doo quedó tercero; por arrugar con los fantasmas, ta ké. Más allá del trofeo bits con pulgas marketeras, el beagle creado por el gran Charles M. Schulz a mitad de siglo pasado fue uno de los protagonistas de esa gran caja de libros que un día mi padre me regaló cuando vivíamos en los campamentos de Cerro de Pasco. Sus libros educativos “El gran libro de las preguntas y respuestas de Carlitos (1-5)” publicado por Grijalbo/Dargaud (1985) aún son mi adoración, porque a los cinco años ver a tu joven padre llegar con su mameluco de mecánico minero trayendo para ti un pelotón de palabras se graba más que Leidi al cohete en estancia celibato. Y quisiera tener toda la colección o por lo menos los que tiene la biblioteca del historietista Juan Acevedo, que ya es decir demasiado. Sólo me queda uno de esa época: el “Carlitos, Campeón”, donde Snoopy sale leyendo, después de un accidente en las carreras, una revista llamada PlayDog –de portada, una perrita rubia-. Qué cuadrúpedo tan true. Curiosamente, antes de la premiación descrita, me conseguí de un supermercado “El as del aire en un pequeño francés” (“A flying ace needs lots of root beer”), ya a edad con DNI. Apenas lo terminé de leer, sentí el frío de la sierra. Hasta puedo jurar que se formaron unas chapas, labios resecos, inocencia y lectura. Abrigado por una casaca térmica con olor a melocotón dormí el sueño de los justos.

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