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domingo, 20 de septiembre de 2009

Pablo Marcos en "Domingo" de La República



En Estados Unidos Pablo Marcos es conocido como uno de los ilustradores más emblemáticos del cómic. En su trayectoria figuran trabajos con prestigiosas editoriales de historietas como Marvel y DC Comics. Marcos ha trazado las aventuras de El Hombre Araña, Hulk, Batman y Conan, entre otros personajes que marcaron a más de una generación. Aquí un vistazo a su vida y a sus personajes.

Por Rafael Robles-La República- Suplemento Domingo


En la imagen, el último sábado 12 , Día de la Historieta" Marcos recibió el homenaje de amigos, colegas , familia y público en general. El Club Nazca de la Historieta le otorgo el premio "Serrucho y Volatín" como parte del homenaje a su trayectoria .

Ahora que no puede dibujar, Pablo Marcos siente que ha perdido sus poderes. Una mudanza (Nueva York-El Carmen, un pueblito cercano a Medellín) lo mantiene alejado de los héroes, las historias de ciencia ficción y los villanos hambrientos de poder infinito.

Ya no tiene el súper lápiz, el súper estudio ni la súper hoja en blanco esperando aquellos explosivos ataques de creatividad que lo dominan desde los 3 años, cuando arcaicos monigotes eran los protagonistas de infantiles historias de vaqueros contra indios. “Nadie en mi familia dibujaba. No teníamos mucho dinero pero mi padre siempre se las agenciaba para comprarme revistas del Pato Donald”, recuerda.

Es una apacible tardecita limeña y estamos sentados sobre una banca, en un parque del centro de Lima. Las personas pasan por nuestro lado sin reconocer al dibujante de Conan, El Hombre Araña, Hulk y Los Cuatro Fantásticos, entre otros personajes que con seguridad formaron parte de su niñez, adolescencia y, en algunos casos, madurez. Marcos pasa desapercibido entre la gente.

Nadie sospecha que detrás del hombre de setenta y dos años que les arroja maíz a las palomas se oculta uno de los artistas peruanos con mayor éxito internacional, miembro de la Edad de Plata del Cómic Norteamericano (1950-1965) y ex ilustrador de las prestigiosas editoriales Marvel y DC Comics.

Flashback

Pablo Marcos nació en Chincha, aunque su niñez y adolescencia transcurrieron en un barrio de Magdalena. A los trece años su carrera como dibujante tomó vuelo, primero como asistente de Julio Fairlie (“lo considero una buena persona, que me dio la mano y confió en mí, por eso ahora yo me acerco a los jóvenes que recién empiezan”) y luego como colaborador de las revistas políticas Dr. Rochabús y Zamba Canuta. Después vino, al galope, su paso a la prensa local, su primer matrimonio a los 17 años y las publicaciones para el diario Extra de su tira Benito Puma y las adaptaciones de las películas de James Bond: “El Dr. No” y Goldfinger.

El catapultazo llegaría luego de un breve paso por México y la editorial Novaro. En 1970 emigra a Nueva Jersey para trabajar en DC Comics, Marvel, Atlas y Warren, codeándose con los más importantes dibujantes del medio, convirtiéndose en uno de ellos, en un maestro del dibujo.

El camino de un trazo

Pero la vida de Pablo Marcos no ha sido una línea recta, sin obstáculos ni trabas que sortear. Él también ha recibido duros golpes que parecían dar por terminada la batalla. Sin duda el más terrible de ellos fue el fallecimiento de su esposa, con la que tenía cuatro hijos y un pasado de 29 años compartidos. “Yo en esa época trabajaba para Marvel y DC Comics. Mi esposa estaba en cuidados intensivos por mucho tiempo, así que una de las enfermeras me dio su cuarto para poder dibujar sin dejar a mi esposa”.

Luego de la pérdida, uno de los soportes que lo mantuvo a flote fue justamente el arte que, junto a sus hijos y algunos buenos amigos, conformaron un oportuno salvavidas. “Pensé que se me había acabado el mundo, pero luego apareció Miriam”, recuerda, mirando a su actual esposa, con quien lleva ya 21 años. “Ella es la que me apoya, la que me obliga a salir del estudio para pasear y descansar de dibujar”, confiesa.

Actualmente el proyecto que mantiene vivo el entusiasmo del artista tiene que ver con un libro de ilustraciones de las heroínas de siempre (La Mujer Maravilla, Spidergirl y otras divinidades) pero vistas desde una perspectiva más humana o, mejor aún, tan sensuales como siempre quisimos verlas. “Estas chicas en algún momento tienen que sacarse el disfraz, yo las estoy haciendo durmiendo, bañándose, de la forma como son en realidad”, asegura con la sonrisa del que puede dibujarlas como quiere, cuando quiere y mejor que muchos.

“Una vez que me instale totalmente en aquel pueblito cercano a Medellín podré dibujar de nuevo. Me siento incompleto así, me falta algo muy importante”, finaliza antes de ponerse de pie y echarse a andar entre una multitud de personas que seguirá ignorando su verdadera identidad: la de una leyenda viva del dibujo peruano.
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