Con una tibia sanción moral contra los siete congresistas que irrumpieron violentamente el hemiciclo del Congreso de la República en junio del año pasado, los otorongos ya tienen por costumbre convertir las sanciones en meros saludos a la bandera. Hasta cuando creerán los congresistas que la elección no es una patente de corso, ninguna licencia para matar ni los convierte en vacas sagradas. Hacen leyes pero son primeros en evadirla.
LaNueztibia
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