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lunes, 16 de julio de 2007

Elsa Oesterheld, buscando a Juan Salvo (El eternauta)

A raíz de la muestra homenaje de 50/30 ,cincuenta años del Eternauta, 30 de la desaparicion de H.G.O., habla la viuda del escritor y guionista de comics, que al igual que en el comic viaja por el tiempo tratando de encontrar donde esta su esposo desaparecido por la dictadura militar argentina,pero Elsa es una mujer que aun sigue creyendo en la vida y Pagina/12 da testimonio de ello.
Por Facundo García
Fue hace una semana. A casi cincuenta años de la primera publicación de El Eternauta, la nieve era como un homenaje, un guiño. Elsa Oesterheld atendió y su voz llegó con interferencia a través del cable telefónico, que se dibujaba entre las calles blanqueadas por los copos. Casi se la podía imaginar mirando el frío desde una ventana cuando su voz de ochenta y tantos dijo que sí, que estaba dispuesta a charlar sobre la vida que compartió con el guionista más importante de la historieta argentina: “Héctor era un apasionado. En cualquier lado se le ocurría un argumento. En el tren o en la vereda lo veías sacar un cuadernito lleno de círculos y triángulos, en el que escribía con un código que nadie ha podido descifrar. Elsa soltaba anécdotas divertidas a pesar de haber pasado por el dolor de que le secuestraran a su marido, sus cuatro hijas –dos de ellas embarazadas– y dos yernos. Incluso cada tanto soltaba alguna risa, como para dejar claro que las injusticias no la quebraron.

Días después, Elsa surge con la misma vitalidad de entre las sombras del microcentro porteño, en un atardecer helado pero ya sin copos. Llega hasta el Archivo y Museo Histórico del Banco Provincia para asistir a la inauguración de una muestra que recuerda que han pasado cinco décadas desde la salida de El Eternauta y treinta años sin Héctor Germán Oesterheld (ver recuadros). Caminando por una galería de ilustraciones que muestran a los más de ochenta personajes que trajo al mundo su marido, ella completa el boceto que había empezado a trazar: “Fue un hombre que necesitaba creer en el hombre por el hombre mismo. Necesitaba creer en la vida, en la gente que apostaba sin intereses”, cuenta.
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